domingo, 10 de enero de 2016

"Drácula": temas (y 10)


La devoradora

     En tercer lugar, en lo que Belford llama “la primera escena final”, Drácula es sorprendido cuando fuerza a Mina a que succione su pecho sangrante como “un niño sostiene la nariz de un gatito sobre un plato de leche para obligarlo a beber”. La escena es esencialmente sobre quién controla a quién. De acuerdo con Phyllis Roth, “la principal preocupación [de la novela], como se demuestra en el comportamiento tanto de Mina como de Drácula en la escena primaria, es el papel de la mujer en el acto. Por lo tanto, no es de extrañar que la ansiedad central de la historia es el miedo a la mujer devoradora”. Esta es una experiencia horrible para Mina y aunque podría ser visto como una mujer “devoradora” que bebe la sangre de Drácula, ella no es la agresora ni la que tiene el control. El hecho de que su marido, Jonathan, se encuentre en un estado de estupor en el mismo cuarto cuando la escena se revela habla por sí solo. Jonathan no es capaz de proteger a Mina de Drácula y esto enfatiza el poder que Drácula sigue ejerciendo sobre él. Esto me lleva a la pregunta de cuánto de esta escena es acerca del control de Drácula sobre Jonathan, más que sobre Mina.
     La cuestión de los roles de género emerge de nuevo en la parte final de la novela. Los hombres parecen no ponerse de acuerdo en si deben permitir que Mina los ayude a perseguir a Drácula en el peligroso mundo exterior. En un principio están felices por su ayuda, después dicen que el trabajo que deben hacer es responsabilidad de los varones, desechando la ayuda debido a que sospechan que existe una relación telepática entre Mina y Drácula y, finalmente, no se arrepienten de marginarla de la cacería y de regresarla al redil. Considere las siguientes expresiones: Van Helsing afirma: “No es asunto de una mujer”; Jonathan concede: “Estoy tan contento de que ella haya dado su consentimiento para hacerlo y que dejara que nosotros, los hombres, hagamos el trabajo”, y reitera “Ella se ve más pálida que de costumbre… Estoy verdaderamente agradecido de que va a quedar fuera de nuestra tarea futura… Es un esfuerzo demasiado grande para que una mujer lo soporte. Yo no lo creía al principio, pero ahora sé que es lo mejor”; y Seward confirma: “Es mejor que la señora Harker esté fuera de esto. Las cosas son ya bastante malas para nosotros, para todos los hombres del mundo, que han estado en muchos lugares poco agradables, pero no es lugar para una mujer”. Mina se comporta de acuerdo con su lógica victoriana, aunque no sin cierta dificultad: “Sus mentes estaban confundidas y, aunque era una píldora amarga de tragar para mí, yo no pude decir nada, salvo aceptar su cuidado caballeresco de mí”. Sin embargo, más adelante expresará su molestia, aunque de una manera suave, diciéndole a Van Helsing: “Me pareció divertido escuchar darme órdenes, ¡como si yo fuera una niña mala!”. Por último, Van Helsing, el más enfático de los hombres en torno a la exclusión de Mina, dice: “Nuestra querida señora Mina es una vez más nuestra maestra”.

     La novela termina con una persecución, con el cuchillo de Jonathan rebanando la garganta de Drácula y Quincey atravesando el corazón del aristócrata. Esta no es la manera de matar a un vampiro. ¿Dónde está la estaca, la decapitación y el ajo como se vio cuando las vampiras fueron asesinadas? ¿Está realmente muerto Drácula? ¿Hay normas diferentes para las mujeres y los hombres? ¿Sobrevivió Drácula? ¿O es que Stoker tuvo un lapsus de memoria? Quincey muere como “un caballero galante”, y usando su último aliento dice que su muerte vale la pena si es para quitar la mancha de inmundicia, la quemadura de la ostia de Van Helsing, de la frente de Mina. Las palabras de Quincey y las últimas líneas resumen lo esencial de la novela: el propósito de los hombres era salvar a la buena Mina de la malignidad de Drácula, y, en consecuencia, rescatar a la mujer y a la ideología victorianas.
Traducción y edición: José Luis Durán King.

No hay comentarios:

Publicar un comentario