lunes, 30 de noviembre de 2015

ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS. "Héroes improbables". Antonio Muñoz Molina

Héroes improbables

Leemos ciertas historias por la curiosidad de saber cómo han actuado otros


Fotografía tomada en Vukovar, en 1991. / RON HAVLV (CORBIS)
Aunque las exhibiciones glandulares de masculinidad siguen teniendo algún prestigio entre nosotros, lo cierto es que a los héroes raramente se les distingue a simple vista, y en modo alguno son sobre todo varones. John le Carré escribió que hay que pensar como un héroe para portarse simplemente con decencia en la vida cotidiana, y casi todos nosotros creemos que hace falta un impulso de rebeldía y una vocación de disidencia para atreverse a no secundar la injusticia. Pero lo mismo que muchas grandes canalladas las cometen personas dedicadas con celo al cumplimiento del deber, también hay actos de heroísmo y de resistencia que se llevan a cabo sin aspavientos y gente de orden que en un momento dado elige decir no, llevar la contraria, aceptar el escarnio e incluso la persecución.
En un libro titulado Beautiful souls, del periodista neoyorquino Eyal Press, he sabido de algunas de esas personas, ninguna de ellas en principio dotada de rasgos épicos: un capitán de policía suizo, un serbio aficionado a la cerveza y las retransmisiones deportivas, un soldado israelí, una exbroker de origen salvadoreño que vive en Houston. Todos ellos eligieron en algún momento de sus vidas negarse a obedecer ciertas órdenes o atreverse a romper ciertas reglas con la plena seguridad de que se buscarían probablemente la ruina y con toda seguridad el rechazo de la mayor parte de aquellos con los que convivían y a quienes respetaban. Ninguno actuó forzado por las circunstancias ni por un interés personal. Cada uno de ellos, a cambio de pagar un precio muy alto, actuó con justicia y salvó o mejoró las vidas de otros. Ninguno ha obtenido la menor recompensa.
El capitán de policía suizo fue un funcionario modelo hasta finales de 1938. Trabajaba en la ciudad de Saint Gallen, cerca de la frontera con Austria. Era un hombre religioso sin exageración y cantaba en el coro de su iglesia. Llevaba el uniforme impecable y unas gafas sujetas con una cadenita detrás de las orejas. Era conservador, aunque carecía de fuertes inclinaciones políticas. En noviembre de 1938, después de la Kristallnacht, la noche de cristales rotos y sinagogas incendiadas, comercios asaltados, gente apaleada y humillada en las ciudades de Alemania y de Austria, se acrecentaron las oleadas de judíos fugitivos que intentaban cruzar la frontera. Suiza, como en mayor o menor grado todos los países, se negaba a acogerlos. Ciertos crímenes se cometen mejor revistiéndolos de una neutra mecánica administrativa. Suiza continuaba siendo un gran país de acogida, pero los emigrantes “no arios” no serían aceptados si su fecha de solicitud era posterior al 19 de agosto de 1938. En los alrededores de Saint Gallen, la policía empezó a notar que un número inusual de emigrantes tenían en sus pasaportes una fecha de entrada anterior a ese día. Cientos de ellos habían encontrado refugio en Suiza cuando el capitán de policía Paul Grüninger fue arrestado por sus superiores, expulsado del cuerpo y calumniado. No encontró nunca más un trabajo aceptable. Siguió cantando en el coro de la iglesia y dando paseos solitarios por las afueras de su pueblo. Murió en 1972 y solo un poco antes alguien se acordó de él y le hizo una entrevista en la televisión. Dijo que volvería de nuevo a hacer lo que hizo. Y que actuó por compasión y por lealtad a los ideales de tolerancia y acogida de la Federación Suiza.
Paul Grüninger era un hombre conservador y ordenado, amante de la música y la lectura: a Aleksander Jevtic le gusta vestir camisetas de grupos de rock, conducir a mucha velocidad y beber cerveza. En 1991, cuando el ejército serbio tomó la ciudad croata de Vukovar, Aleksander Jevtic recibió el encargo de recorrer un campo en el que estaban encerrados los prisioneros croatas e identificar a los serbios que hubiera entre ellos, a fin de liberarlos. Siendo un serbio que había vivido siempre en Vukovar, no tendría dificultad en reconocerlos. A lo que sucedió en Yugoslavia se le llama enfrentamiento étnico, pero no existe la menor diferencia étnica que distinguiera a los que se mataban entre sí o a los verdugos de sus víctimas. Jevtic caminaba entre los prisioneros muertos de frío, heridos, torturados. Al fin y al cabo eran el enemigo. Pero entonces hizo algo que no había premeditado: uno tras otro, empezó a señalar como serbios a los que le parecían más en peligro, más asustados, más vulnerables. Cuando los militares se dieron cuenta del engaño, unos trescientos prisioneros croatas habían escapado.
La solitaria rectitud no atrae ninguna recompensa. El que actúa con justicia cuando casi todo el mundo secunda las consignas de la sinrazón pone en evidencia la conformidad de los otros, los deja sin coartada. Después de la guerra, para casi todos los croatas de su ciudad, Aleksander Jevtic no parecía de fiar, porque al fin y al cabo era serbio; para los serbios era un traidor, porque había ayudado a croatas. De los trescientos prisioneros a los que ayudó a escapar, ni diez siquiera han ido a darle las gracias. A él, dice Eyal Press, que lo visitó en su casa, no parece importarle. Ni siquiera piensa mucho en lo que hizo.
Es mucho más concienzudo el ex soldado Avner Wishnitzer. Pertenecía a una unidad de élite del ejército israelí y un día vio cómo unos colonos ultraortodoxos talaban y arrasaban un huerto de olivos jóvenes de una familia palestina. Casi de un día para otro se convirtió en militante por la paz. Porque ama a su país y cree en sus valores democráticos se rebeló contra los abusos que su propio gobierno y su propio ejército estaban consintiendo. El precio es siempre el ostracismo. Como en el caso de Leyla Wydler, que creía con la ingenuidad apasionada del emigrante que las leyes de Estados Unidos protegían a las personas que confiaban sus ahorros a los bancos de inversión, que trabajaba en uno de ellos y sospechó poco a poco que toda su lujosa fachada encubría una estafa formidable. Estaba sola, había sufrido un cáncer, tenía dos hijos y una hipoteca, por fin había encontrado un empleo que le ofrecía seguridad, incluso cierta opulencia. Pero los indicios de la estafa eran demasiado evidentes, aunque solo ella parecía advertirlos. Confió sus sospechas a la autoridad reguladora y no le hicieron ningún caso. Se quedó en la calle bajo la amenaza no solo de la quiebra, sino de demandas agresivas por parte de sus antiguos patronos. Nadie creía que en las operaciones de un banco con instalaciones tan lujosas pudiera haber nada irregular. Nadie renunciaba a inversiones que dejaban beneficios tan grandes. Al cabo de un tiempo se descubrió que todo era una estafa piramidal, pero a Leyla Wydler nadie le dio las gracias, salvo algunos jubilados a los que les había salvado las pensiones. No actuó así porque odiara el capitalismo o quisiera denunciar la hipocresía de unas leyes que desamparan a los pobres y sirven a los poderosos; lo hizo precisamente porque creía en el juego limpio del mercado, en el imperio de la ley.
Leemos estas historias no tanto por la curiosidad de saber cómo han actuado otros; lo que nos intriga es imaginar cómo actuaríamos, como habríamos actuado nosotros.
Beautiful souls. Saying no, breaking ranks, and heeding the voice of conscience in dark times. Eyal Press. Farrar, Straus & Giroux, 2012. eyalpress.com.

sábado, 28 de noviembre de 2015

FRAGMENTOS LITERARIOS. "La lluvia amarilla", de Julio Llamazares (Vegamián, León, 1955)

Julio Llamazares

   Una muestra de la prosa de Julio Llamazares: un breve fragmento de "La lluvia amarilla", novela de 1988:

   "Pronto llegó noviembre con su pálido aliento de lunas y hojas muertas. Los días fueron haciéndose más cortos cada vez y las interminables noches junto a la chimenea comenzaron a sumirnos poco a poco en un profundo tedio, en una pétrea y desolada indiferencia contra la que las palabras se deshacían  como arena y en la que los recuerdos daban paso casi siempre a inmensas extensiones de sombra y de silencio".

"Todo lo que era sólido", de Antonio Muñoz Molina. Poema "Apología y petición", de Jaime Gil de Biedma (1929-1990)

Jaime Gil de Biedma

En el apartado 85 de Todo lo que era sólido, Muñoz Molina menciona un poema de Jaime Gil de Biedma. Es éste:

Apología y petición


¿Y qué decir de nuestra madre España,
este país de todos los demonios
en donde el mal gobierno, la pobreza,
no son, sin más, pobreza y mal gobierno,
sino un estado místico del hombre,
la absolución final de nuestra historia?
De todas las historias de la Historia
la más triste sin duda es la de España,
porque termina mal.
Como si el hombre,
harto ya de luchar con sus demonios,
decidiese encargarles el gobierno
y la administración de su pobreza.
Nuestra famosa inmemorial pobreza,
cuyo origen se pierde en las historias
que dicen que no es culpa del gobierno,
sino terrible maldición de España,
triste precio pagado a los demonios
con hambre y con trabajo de sus hombres.
A menudo he pensado en esos hombres,
a menudo he pensado en la pobreza
de este país de todos los demonios.
Y a menudo he pensado en otra historia
distinta y menos simple, en otra España
en donde sí que importa un mal gobierno.
Quiero creer que nuestro mal gobierno
es un vulgar negocio de los hombres
y no una metafísica, que España
puede y debe salir de la pobreza,
que es tiempo aún para cambiar su historia
antes que se la lleven los demonios.
Quiero creer que no hay tales demonios.
Son hombres los que pagan al gobierno,
los empresarios de la falsa historia.
Son ellos quienes han vendido al hombre,
los que le han vertido a la pobreza
y secuestrado la salud de España.
Pido que España expulse a esos demonios.
Que la pobreza suba hasta el gobierno.
Que sea el hombre el dueño de su historia.

jueves, 26 de noviembre de 2015

"Todo lo que era sólido", de Antonio Muñoz Molina. Poema: fragmento de las "Glosas a Heráclito", de Ángel González

Ángel González

En el apartado 85 de Todo lo que era sólido, Muñoz Molina menciona un poema de Ángel González (un fragmento de las "Glosas a Heráclito"). Es éste:

Nada es lo mismo, nada
permanece.
                            Menos
la Historia y la morcilla de mi tierra:
se hacen las dos con sangre, se repiten.

"Todo lo que era sólido", de Muñoz Molina. Poema "El segundo advenimiento", de Yeats

William Butler yeats

   En el apartado 80 de "Todo lo que era sólido", Antonio Muñoz Molina utiliza unos versos (en inglés) del poeta William Butler Yeats. Este es el poema completo (en rojo, los versos mencionados): 


EL SEGUNDO ADVENIMIENTO

Dando vueltas y vueltas en la espiral creciente
no puede ya el halcón oír al halconero;
todo se desmorona; el centro cede;
la anarquía se abate sobre el mundo,
se suelta la marea de la sangre, y por doquier
se anega el ritual de la inocencia;
los mejores no tienen convicción, y los peores
rebosan de febril intensidad.

Una revelación se aproxima;
se aproxima el Segundo Advenimiento.
¡El Segundo Advenimiento! Lo digo,
y ya una vasta imagen del Spiritus Mundi
turba mi vista; allá en las arenas del desierto
una figura con cuerpo de león y cabeza de hombre,
una mirada en blanco y despiadada como el sol,
mueve sus lentos muslos, y en rededor planean
sombras de airadas aves del desierto.
Cae la oscuridad de nuevo, mas ahora sé
que a veinte siglos de obstinado sueño
los meció una pesadilla en su cuna,
¿y qué escabrosa bestia, llegada al fin su hora,
se arrastra hasta Belén para nacer?

                                                   Versión de Antonio Rivero Taravillo

lunes, 23 de noviembre de 2015

"Todo lo que era sólido", de Muñoz Molina. Poema "El dios ibero", de Antonio Machado

Antonio Machado

 En el apartado 79 de Todo lo que era sólido, Muñoz Molina menciona un poema de Antonio Machado. Es éste:


 EL DIOS IBERO

    Igual que el ballestero
tahúr de la cantiga,
tuviera una saeta el hombre ibero
para el Señor que apedreó la espiga
y malogró los frutos otoñales,
y un "gloria a ti" para el Señor que grana
centenos y trigales
que el pan bendito le darán mañana.
      "Señor de la ruïna,
adoro porque aguardo y porque temo:
con mi oración se inclina
hacia la tierra un corazón blasfemo.
      ¡Señor, por quien arranco el pan con pena,
sé tu poder, conozco mi cadena!
      ¡Oh dueño de la nube del estío
que la campiña arrasa,
del seco otoño, del helar tardío,
y del bochorno que la mies abrasa!
      ¡Señor del iris, sobre el campo verde
donde la oveja pace,
Señor del fruto que el gusano muerde
y de la choza que el turbión deshace,
      tu soplo el fuego del hogar aviva,
tu lumbre da sazón al rubio grano,
y cuaja el hueso de la verde oliva,
la noche de San Juan, tu santa mano!
      ¡Oh dueño de fortuna y de pobreza,
ventura y malandanza,
que al rico das favores y pereza
y al pobre su fatiga y su esperanza!
      ¡Señor, Señor: en la voltaria rueda
del año he visto mi simiente echada,
corriendo igual albur que la moneda
del jugador en el azar sembrada!
      ¡Señor, hoy paternal, ayer cruento,
con doble faz de amor y de venganza,
a ti, en un dado de tahúr al viento
va mi oración, blasfemia y alabanza!".
      Este que insulta a Dios en los altares,
no más atento al ceño del destino,
también soñó caminos en los mares
y dijo: es Dios sobre la mar camino.
      ¿No es él quien puso a Dios sobre la guerra,
más allá de la suerte,
más allá de la tierra,
más allá de la mar y de la muerte?
      ¿No dio la encina ibera
para el fuego de Dios la buena rama,
que fue en la santa hoguera
de amor una con Dios en pura llama?
      Mas hoy... ¡Qué importa un día!
Para los nuevos lares
estepas hay en la floresta umbría,
leña verde en los viejos encinares.
      Aún larga patria espera
abrir al corvo arado sus besanas;
para el grano de Dios hay sementera
bajo cardos y abrojos y bardanas.
      ¡Qué importa un día!  Está el ayer alerto 
al mañana, mañana al infinito, 
hombres de España, ni el pasado ha muerto,
ni está el mañana —ni el ayer— escrito.
      ¿Quién ha visto la faz al Dios hispano?
Mi corazón aguarda
al hombre ibero de la recia mano,
que tallará en el roble castellano
el Dios adusto de la tierra parda.

        Del libro Campos de Castilla (1907-1917)

NOTICIAS LITERARIAS. Entrevista a los autores del ensayo "El mundo, un escenario. Shakespeare: el guionista invisible"

“Hamlet es un activista”

Los profesores de comunicación audiovisual Xavier Pérez y Jordi Balló publican un ensayo donde explican algunos de los procedimientos del teatro shakesperiano y los conectan con las ficciones audiovisuales de la actualidad
"Si Shakespeare hace cuatrocientos años no hubiese escrito lo que escribió, quizá hoy las series no serían lo que son o se harían como se hacen"
Xavier Pérez | (c) Marc Balló i Mònica Cortés
Xavier Pérez | (c) Marc Balló i Mònica Cortés
Junto con Jordi Balló o en solitario, Xavier Pérez ha escrito algunos de los ensayos sobre narrativa audiovisual que se han escrito en este país. Tras La semilla inmortal y Yo ya he estado aquí (Anagrama), publican El mundo, un escenario. Shakespeare: el guionista invisible (Anagrama), que trata de desmontar los mecanismos que el dramaturgo inglés utilizaba, modernos y relucientes desde hace cuatrocientos años, y cómo estos perviven hasta nuestros días en forma de ficción televisiva o cinematográfica.
Si Shakespeare estuviese vivo, ¿haría series?
(Se ríe). Esta frase, que está en el imaginario de todos a los que le gustan las series, nosotros no la negamos, incluso partimos de esa base. Lo que pasa es que también queríamos invertirla un poco en el sentido de que lo que valdría la pena decir es que si Shakespeare hace cuatrocientos años no hubiese escrito lo que escribió, quizá hoy las series no serían lo que son o se harían como se hacen. Hay una influencia, no necesariamente consciente, que vemos en las series y películas de hoy en día.
Hacéis referencia a Borges cuando colocaba a Shakespeare en la posición del ese autor capaz, más que cualquier otro, de ser todos los hombres. ¿Cómo encontráis la valentía para escribir sobre algo tan enorme?
Nos atrevemos muy modestamente y casi planteándolo como una conversación que el lector puede completar. No se trata de hacer un catálogo sobre procedimientos y entrar a fondo a todos, sino que a partir de la idea de que los métodos shakesperianos prevalecen, buscar en dónde esto ocurre, buscar ejemplos contemporáneos que tengan una resonancia clara con los procedimientos de Shakespeare e invitar al lector a que siga haciéndolo.
 Xavier Pérez y Jordi Balló publican 'El mundo, un escenario. Shakespeare: el guionista invisible'

Uno de los métodos shakesperianos que comentáis y que me parece esencial para entender la narrativa audiovisual actual es el “in media res”, un procedimiento donde la narración comienza ya en medio de la acción, sin ninguna introducción, al estilo de La tempestad en Shakespeare o Perdidos en las series actuales.
El “media res” viene de la retórica clásica, por lo tanto, está en los griegos y los latinos. De hecho está en La Ilíada y La Odisea, así como en las tragedias griegas. Lo que pasa que Shakespeare lo lleva a un grado de inmediatez, “media res”, que es muy contemporáneo. Este recurso lo vemos muy a menudo en las series y en las películas: nosotros citamos como ejemplo la apertura de La red social de David Fincher, escrita por Aaron Sorkin, que es un guionista de televisión que está muy acostumbrado a utilizar este procedimiento. Realmente, entras en la película y no la entiendes del todo porque llegas a una discusión entre una pareja que acaba en una ruptura pero no tienes ninguna dificultad para acercarte a estos personajes porque estamos muy acostumbrados a esta narrativa. También te diría que esta cuestión del “in media res” nos plantea una cosa muy contemporánea: hoy en día todo está pasando a la vez, vivimos en un mundo de simultaneidad que es perfectamente acorde con la estrategia del “in media res”.
Esa simultaneidad del mundo actual también está muy presente en Shakespeare con los repartos y las tramas corales, ¿no?
¡Claro! De hecho, es una cosa que el cine clásico no podía permitirse tanto porque estaba muy sujeto al star system y a un tipo de relatos que pasaban normalmente por el “chico conoce a chica”, por el héroe, la heroína y el malvado. En las obras de Shakespeare no hay un solo secundario que no sea tratado como si fuese el rey de la función: en el momento que sale, manda. Pero además hay muchas obras en las que es muy difícil establecer cuál es el protagonista real. Por ejemplo, todo el ciclo de la monarquía inglesa ya puede llevar el nombre de un rey, pero luego cuando ves las obras, hay muchas escenas con otros protagonistas.
En definitiva, lo que te haces es la idea global de lo que es el país. Eso es una cosa que hoy en día está en muchísimas series, y casi nos produce satisfacción no poder establecer un protagonismo claro, cuando antes nos hubiese generado la pregunta de “¿quién es el protagonista?”.  El placer de The wire, por poner un ejemplo extremo, es este: no sabes quién es el protagonista. Lo son todos: desde los policías, hasta los drogadictos, los que pasan la droga, los candidatos políticos, los periodistas, los maestros…
Otro detalle que lo emparenta con la modernidad, pero aquí incluyendo al cine clásico, son los diálogos. Pienso en lo presente que está en la comedia, como en la moderna sitcom o en el clásico “screwball comedy”.
Está claro que desde la aparición del sonoro, que reclamó dramaturgos, la cuestión de la rapidez y el ingenio en los diálogos ya estaba presente. Hoy en día, en las series de televisión, que es un espacio para el diálogo, te das cuenta que todo el mundo es brillante. Al verlas, como espectador, te da esa envidia de ¡ya me gustaría a mi ser tan rápido y tan brillante! Pero eso estaba mucho en el teatro de Shakespeare: no hay nadie que no sea brillante incluso los que hacen de tontos son todos muy listos. No se enteran de nada pero la manera de decir es siempre muy rica.
La sensación que uno tiene leyendo a Shakespeare, como con Romeo y Julieta, donde los amigos hacen continuos duelos de a ver quién es más gracioso, es que se replican sus sesiones de trabajo. Parece que en los propios ensayos en la época de los estrenos de Shakespeare tanto directores como actores añadían modificaciones a las obras basándose en el ingenio y en la rapidez. A la vez, te puedes imaginar la sala de guionistas de hoy en día que debe reproducir un poco ese espíritu de esos tiempos del teatro isabelino donde había generosidad creativa entre todos. Ese fue otro de los motivos que tuvimos para estudiar a Shakespeare: el momento de gracia entre varios actores, directores, dramaturgos… que también se da en el Hollywood clásico y en las series actuales.
 Xavier Pérez y Jordi Balló publican 'El mundo, un escenario. Shakespeare: el guionista invisible'
Xavier Pérez y Jordi Balló publican 'El mundo, un escenario. Shakespeare: el guionista invisible'
En cuanto a temáticas es muy interesante cómo habláis de la maldición de la corona, del poder como una herencia maldita e infinita que va pasando de unos a otros. Pienso en Breaking bad como esa herencia maldita que acaba en la cabeza de un profesor cualquiera.
Es muy claro. En este libro no quisimos trabajar tanto en argumentos, ya lo hicimos en La semilla inmortal, como en dispositivos pero es que en este caso es evidente que hay uno de ellos que tiene que ver con el argumento: el poder es circular, no hay victoria que no termine en derrota, nada es para siempre. Es un mecanismo que vemos en Breaking bad, House of cards, etcétera…
Otro aparato del teatro shakesperiano: la obscenidad, lo que ocurre fuera de escena, que tiene también un componente moral. Por ejemplo, hacéis un reproche a El hundimiento porque la muerte de Hitler no se ve.
Lo que reprochamos a El hundimiento es porque le otorga a Hitler el derecho a la privacidad de la muerte, justo al contrario de lo que haría Shakespeare, que nunca dejaría a un tirano morir en la sombra. A Macbeth le decapitan en escena… Shakespeare plantea una cosa que en la tragedia griega no existía: la cuestión de poder mostrar ante el público la violencia como una cuestión moral, no inmoral. Siempre se dice que si la violencia es inmoral, se critica a Tarantino… Shakespeare lo que te está apuntando es que debemos mostrar al ser humano realmente como es, debemos ir hasta el final. Esto se contrapone a la tragedia griega, que dejaba que los crímenes sucediesen fuera de escena y permitía que un mensajero los explicase. Shakespeare, a pesar de que también hiciese lo anterior de manera funcional, muestra escenas de tortura, como en El rey Lear donde hay una mutilación de los ojos de un personaje en directo y en vivo.
Este es un debate recurrente sobre la ética de mostrar la violencia en la ficción.
Apelando a Shakespeare, diría que si él lo mostró hace cuatrocientos años por algo sería y por algo tiene vigencia. Otra cosa es que hoy en día, y esto lo recogemos al final del capítulo sobre la representación de la violencia, la violencia haya generado una estrategia propagandística más allá de la ficción como, por ejemplo, las ejecuciones filmadas. Entonces sí que genera un debate moral en las televisiones, los emisores, sobre si eso se debería difundir o no. Ahí habría un debate, dar o no dar visión de una cosa que tiene fines propagandísticos, pero con respecto a la ficción te diría que el camino shakesperiano es un camino muy útil y no es inmoral: solo plantea la ética de confrontarnos a lo que somos hasta las últimas consecuencias.
En el libro también habláis de la manipulación y la propaganda política en Shakespeare. ¿Qué ves aún vigente en nuestra actualidad?
Lo de Shakespeare es una advertencia. Hay un fragmento, quizá el más definitivo de las obras de Shakespeare, que está en Julio César. Cuando los conspiradores matan a César, estos no tienen ningún problema después en bañarse las manos de sangre e incluso decir que lo hacen porque ese momento se representará muchas veces y cada vez se dirá de ellos que fueron los hombres que dieron la libertad a su patria. Es decir, convierten el entreacto en un acto de propaganda. En el discurso político es evidente que hay mucha manipulación, por lo tanto, podríamos decir, sin ponernos a favor o en contra, que la oratoria se basa en estrategias de seducción que tienen que ver, entre muchas cosas, con decir una cosa para conseguir la contraria. Lo hace Marco Antonio que, para poner al pueblo contra los asesinos de César, los va halagando. Aunque sea de forma inconsciente, la política actual ha leído mucho a Shakespeare. (Nos reímos).
Coriolano
Ralph Fiennes, Coriolano
“El mundo, un escenario”, vuestro subtítulo resume muchas cosas.
En el gran cine contemporáneo, la idea de que todo el mundo es un escenario y que todo el mundo representa algo, hace de que una manera u otra se evidencie siempre que todo está filtrado por una espectacularización. Por eso Hamlet entiende que la mejor manera de que el rey se descubra como un farsante es, a la vez, crear una farsa, un juego de espejos.
El mundo es un escenario pero, como afirmáis en vuestro libro, Shakespeare dice que no nos resignemos a ser espectadores.
Cuando Shakespeare plantea que el mundo es representación y que, por tanto, todos actuamos, lo que implica es que nos podemos conformar con aceptar la farsa, aceptar la representación, o incorporarnos a ella y modificarla. No se dice que dejemos de ser actores, sino que podemos incorporarnos. De hecho, Hamlet es un activista en el momento en el que compone una representación pero la confronta a un mandatario que ha llegado al poder de manera criminal. Cada vez que alguien utiliza los medios justamente para denunciar la representación que otros hacen, lo que está haciendo es no limitarse a ser espectador sino a utilizar otra estrategia retórica para denunciar la primera.

domingo, 22 de noviembre de 2015

"Todo lo que era sólido", de Muñoz Molina. Poema "1936", de Luis Cernuda


   En el apartado 76 de Todo lo que era sólido, Muñoz Molina menciona un poema de Luis Cernuda. Es éste:


1936

Recuérdalo tú y recuérdalo a otros,
Cuando asqueados de la bajeza humana,
Cuando iracundos de la dureza humana:
Este hombre solo, este acto solo, esta fe sola.
Recuérdalo tú y recuérdalo a otros.

En 1961 y en ciudad extraña,
Más de un cuarto de siglo
Después. Trivial la circunstancia,
Forzado tú a pública lectura,
Por ella con aquel hombre conversaste:
Un antiguo soldado
En la Brigada Lincoln.

Veinticinco años hace, este hombre,
Sin conocer tu tierra, para él lejana
Y extraña toda, escogió ir a ella
Y en ella, si la ocasión llegaba, decidió a apostar su vida,
Juzgando que la causa allá puesta al tablero
Entonces, digna era
De luchar por la fe que su vida llenaba.

Que aquella causa aparezca perdida,
Nada importa;
Que tantos otros, pretendiendo fe en ella
Sólo atendieran a ellos mismos,
Importa menos.
Lo que importa y nos basta es la fe de uno.

Por eso otra vez hoy la causa te aparece
Como en aquellos días:
Noble y tan digna de luchar por ella.
Y su fe, la fe aquella, él la ha mantenido
A través de los años, la derrota,
Cuando todo parece traicionarla.
Mas esa fe, te dices, es lo que sólo importa.

Gracias, Compañero, gracias
Por el ejemplo. Gracias porque me dices
Que el hombre es noble.
Nada importa que tan pocos lo sean:
Uno, uno tan sólo basta
Como testigo irrefutable
De toda la nobleza humana.
    
                                      Del libro Desolación de la Quimera

viernes, 20 de noviembre de 2015

POESÍA. "Crecida", de Blas de Otero (1916-1979)

Blas de Otero

Crecida

Con la sangre hasta la cintura, algunas veces
con la sangre hasta el borde de la boca,
voy
avanzando
lentamente, con la sangre hasta el borde de los labios
algunas veces,
voy
avanzando sobre este viejo suelo, sobre
la tierra hundida en sangre,
voy
avanzando lentamente, hundiendo los brazos
en sangre,
algunas
veces tragando sangre,
voy sobre Europa
como en la proa de un barco desmantelado
que hace sangre,
voy
mirando, algunas veces,
al cielo
bajo,
que refleja
la luz de la sangre roja derramada,
avanzo
muy
penosamente, hundidos los brazos en espesa
sangre,
es
como una esperma roja represada,
mis pies
pisan sangre de hombres vivos
muertos,
cortados de repente, heridos súbitos,
niños
con el pequeño corazón volcado, voy
sumido en sangre
salida,
algunas veces
sube hasta los ojos y no me deja ver,
no
veo más que sangre,
siempre
sangre,
sobre Europa no hay más que
sangre.
Traigo una rosa en sangre entre las manos
ensangrentadas. Porque es que no hay más
que sangre,
y una horrorosa sed
dando gritos en medio de la sangre.
                                       Del libro Ángel fieramente humano (1950)

ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS. Sobre "Todo lo que era sólido", de Antonio Muñoz Molina (3). "El papel del aguafiestas". Joaquín Estefanía

El papel del aguafiestas

De nuevos ricos a nuevos pobres. Ahora toca evaluar el grosor del desastre y sus intangibles. En 'Todo lo que era sólido', Muñoz Molina propone profundizar en la democracia


El aeropuerto de Castellón es uno de los proyectos públicos más disparatados del pasado reciente. / ÁNGEL SÁNCHEZ
Existe mucha enjundia en este ensayo, bastante más de la que suele haber en los textos breves. No se han dosificado las ideas. Cada uno de los lectores puede escoger el ejemplo que le interese (el nacionalismo, la izquierda, la transición, las libertades, los abusos políticos, la propaganda, la codicia, el narcisismo, la superioridad moral, el derroche…) y confrontarse con él: para sentirse identificado con las posiciones ideológicas o profesionales del escritor o para disentir de las mismas. No en vano es un libro que anima a pensar en cada una de sus páginas. Pero su vector dominante es la calidad de la democracia en España y la inquietud de Muñoz Molina (MM) porque su contenido no haya sido todo lo sobresaliente que anhelamos, o por el peligro de que la podamos perder a base de despreciarla por cotidiana.
MM, como todo intelectual comprometido, es un observador febril de la realidad. La primera perplejidad la pone en boca de Joseph Conrad, cuando este escribe: “Es extraordinario cómo pasamos por la vida con los ojos entrecerrados, los oídos entorpecidos, los pensamientos aletargados”. El autor se sobresalta al detenerse, mirar alrededor y darse cuenta de la profundidad de los cambios que acontecen desde que la crisis, en toda su magnitud multidisciplinar, se instaló entre nosotros: empobreciéndonos. Empobreciéndonos en lo económico, pero también en lo moral y en lo político. Cómo no nos dimos cuenta de ello hasta que llegamos a este límite, cómo no nos atronaba el ruido de las dificultades, qué veíamos, en qué estábamos pensando. Si nuestro oficio es mirar al mundo para poder contarlo, cómo es que no nos fijamos en lo que sucedía delante de nosotros. Cómo nos quedábamos en la superficie del delirio y no le arrancamos la máscara. ¿Por qué?, ¿por distracción?, ¿por irresponsabilidad?, ¿por ir cada uno a sus propios asuntos y demediar los espacios públicos, colectivos, los de todos?, ¿por la decisión, en el fondo asustada, de no aceptar la posibilidad del desastre, por la pura inercia de entender que las cosas eran mucho más sólidas de lo que en realidad son? Quizá porque avalamos las posiciones de algunos supuestos expertos (tecnócratas) que no lo eran sino en brujería, a los que creímos no porque comprendiéramos lo que nos decían sino porque no lo comprendíamos y porque la oscuridad de sus augurios y la seriedad sacerdotal con que los enunciaban nos sumían en una especie de paralizadora reverencia.

El autor se sobresalta al detenerse, mirar alrededor y darse cuenta de la profundidad de los cambios que acontecen desde que la crisis se instaló entre nosotros: empobreciéndonos.
Lo primero que hemos de hacer ahora es evaluar el grosor del desastre y sus intangibles, descubrir lo que se nos había olvidado entre tanto oropel y tanta comunicación: que somos pobres, que vamos a serlo más todavía y durante mucho tiempo. Hemos pasado de nuevos ricos a nuevos pobres en un lustro. Comparativamente pobres, eso sí. Hay que advertirlo para no perder una vez más el sentido de las proporciones, pecado muy habitual en el mundo de los populismos simplistas. Por supuesto, mucho menos pobres que una vasta mayoría de la humanidad y mucho menos que nuestros abuelos y nuestros padres.
Cuando se extiende la escasez (de libertades, de servicios públicos esenciales, de cultura, de dinero…) es cuando el ciudadano se hace más consciente de lo que puede perder. En primer lugar una democracia imperfecta, pero la más libre y la más justa que ha conocido nuestro país, y superior en sus contenidos a aquellos paraísos utópicos y totalitarios que muchos soñamos en nuestra juventud. Al autor le sorprende la crítica exacerbada que se hace hoy a la transición desde posiciones teóricas de izquierda: no parece que haya nada que defender, nada que valga la pena conservar. La democracia española es presentada como poco más que una concesión de los herederos del franquismo, enquistados en ella. Lo que hasta hace poco había valido de mucho, de pronto no vale nada, no vale la pena. Es una democracia que solo despierta una lealtad apasionada cuando se ha perdido, una democracia en la que han ido creciendo nuestros hijos y en la que casi nadie recuerda ya el miedo a un golpe militar.
Pero también hay otras cosas fundamentales que perder, aquellas que de verdad hacen mejor la vida: el derecho a la educación y a la sanidad pública, el imperio de la ley, la garantía de seguir disponiendo de una vida decente en la vejez, etcétera. En la mayor parte del mundo solo los ricos o los muy ricos tienen acceso a tales derechos (que allí son privilegios), y sin embargo para nosotros han llegado a ser indiscutibles aunque no hace mucho más de 30 años que disfrutamos de ellos. Remata MM: “Lo que hoy es más indiscutible y más sólido, y nos importa más, mañana puede haber sucumbido a un desguace motivado por intereses económicos o designios políticos, o simplemente porque no hubo un número suficiente de personas capaces que tuvieran el coraje de defenderlo”.
Para ejercer este coraje hay que levantar la voz y denunciar la degradación de la vida cívica, aunque ello le convierta a uno en algo peor que un reaccionario: un aguafiestas. Cuántos abusos han quedado sin castigar por las capas sucesivas de pactos de silencio que se han ido acumulando en la vida pública española. Callar por conveniencia, callar por miedo, callar por cinismo, callar por militancia, callar por complicidad, callar por no distinguirse del grupo, callar por no disgustar a la familia, callar porque no parezca que vas en contra de los tiempos o por temor a no ser moderno. En definitiva, callar por no ser un aguafiestas. Frente a este silencio, Antonio Muñoz Molina ejerce en este ensayo su militancia con la enseñanza de la democracia de cada día. Porque entiende que el edificio de la misma está siempre a punto de derrumbarse si no se practica, porque hace falta una continua vigilancia para sostenerlo. Lo inaudito puede siempre suceder y lo que parecía inimaginable porque era infernal, se convierte en cotidiano. Las cosas se deterioran poco a poco y de pronto, en vez de continuar en ese estado que se ha vuelto tolerable, se hunden del todo, sin transición. Esta es la llamada de atención.