domingo, 4 de octubre de 2015

Sobre "La rubia de ojos negros", de Benjamin Black

Benjamin Black. Foto: Alberto Cuéllar ("El Cultural")

   Así empieza el artículo de Juan Carlos Galindo, en "El País":

   "Cuando alguien inicia una apuesta suicida como la de seguir la obra de un maestro, de un escritor influyente que creó un personaje que ha pasado a la historia de la literatura, acepta un envite del que solo puede salir victorioso o herido de muerte. Jonh Banville (Wexford, 1945), o más bien su alter ego para la ficción criminal Benjamin Black, aceptó de buena gana el encargo de los herederos de Raymond Chandler para escribir La rubia de ojos negros (Alfaguara, traducción de Nuria Barrios), una obra puramente chandleriana, con esa prosa, ese humor, ese estilo. Un homenaje desde el respeto, sin clichés ni tópicos, una continuación perfecta de la vida de ese detective maldito y adorable llamado Philip Marlowe".
                                                             SE PUEDE LEER COMPLETO, AQUÍ.


Raymond Chandler


   Esto dice Laura Fernández, en "El Cultural":

   No es habitual que un escritor reciba el encargo de resucitar a un muerto. Y menos aún si ese muerto es con toda seguridad lo mejor que le ha pasado a la novela negra jamás. Porque Raymond Chandler lustró el género como se lustran un par de zapatos viejos a los que nadie prestaba demasiada atención, o la prestaban de una manera que nada tenía de seria (“una vez cada tanto, una muy rara vez, un autor de policiacas es tratado como escritor”, dijo él mismo en una ocasión), y los convirtió en un nuevo par, en un par de rutilantes mocasines como guantes, en cisnes que hasta entonces habían pasado por ocas. ¿Y cómo lo hizo? Inyectándole altísimas dosis de sarcasmo, un sarcasmo poderosamente poético, poderosamente literario, al esquife de bandera negra en que convirtió su obra, un esquife comandado por un tipo solitario, el más memorable de todos los tipos solitarios a los que una vez se les ocurrió montar un despacho que podamos imaginar.
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