Palabras del magnate Harlan Potter a Philip Marlowe, en El largo adiós:
"Vivimos en eso que se llama democracia, gobernada por la
mayoría del pueblo. Un ideal magnifico si pudiera funcionar. El pueblo elige,
pero la máquina partidaria es la que nombra los candidatos, y para que las
maquinarias del partido sean eficaces, se debe gastar una enorme cantidad de
dinero. Alguien tiene que dárselo, y ese alguien, ya sea un individuo, un grupo
financiero, un sindicato o lo que usted quiera, espera en cambio cierta
consideración. Lo que yo y la gente como yo espera es que se nos deje vivir
nuestras vidas tranquilos y en privado. Poseo muchos periódicos, pero no me agradan.
Los considero como una amenaza constante para lo poco que nos queda de soledad,
de aislamiento, de vida privada. Su constante griterío sobre la libertad de
prensa significa, con algunas pocas excepciones honorables, la libertad para
vender el escándalo, el crimen, el sexo, el sensacionalismo, el odio, la
murmuración y la utilización de la
propaganda política y financiera. Un diario es un negocio para hacer dinero
mediante la publicidad. Estos se basan en la circulación; ya sabe usted de qué
depende la circulación.
Me levanté y me di la vuelta alrededor de mi sillón. Potter
me observaba fríamente. Me senté de nuevo. Necesitaba un poco de suerte. ¡Diablos! La necesitaba a carretadas.
-Muy bien, señor Potter, ¿a qué viene todo esto?
Él no me escuchaba, solo prestaba atención a sus propios
pensamientos.
-Existe una cosa peculiar respecto al dinero -prosiguió-: en
grandes cantidades, tiende a tener vida propia, hasta una conciencia propia. El
poder del dinero se convierte en algo muy difícil de controlar. El hombre
siempre ha sido un animal venal. El crecimiento de las poblaciones, el enorme
coste de las guerras, la presión incesante de los impuestos fiscales…, todas
esas cosas lo hacen más y más venal. El hombre medio está cansado y asustado, y
un hombre cansado y asustado no puede permitirse tener ideales. Tiene que
comprar alimento para su familia. En nuestra época hemos presenciado una
declinación tremenda en la moral pública y privada. No se puede tener calidad
con una producción en masa. No se quiere calidad porque dura demasiado. De modo
que se la sustituye por la moda, que no es más que una estafa comercial
destinada a hacer que las cosas caigan en desuso. La producción en masa no
podría vender sus mercancías el año próximo a menos que haga que lo que vendió
este año parezca anticuado de aquí a un año. Tenemos las cocinas más blancas y
los baños más relucientes del mundo. Pero en su encantadora cocina blanca, el
ama de casa media americana no es capaz de preparar una comida que valga la
pena, y los hermosos cuartos de baño reluciente no son más que recipientes de
desodorantes, laxantes, pastillas para dormir y productos de esa mistificación
secreta que se conoce con el nombre de industria de los cosméticos. Preparamos
los paquetes más lindos del mundo, señor Marlowe. Pero lo que hay adentro es en
su mayoría basura.
Sacó del bolsillo un gran pañuelo blanco y se secó las
sienes. Yo seguía sentado, con la boca abierta, preguntándome adónde iría a
parar el tipo. Era evidente que estaba asqueado de todo.
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